Discurso
del Premio Nobel de la Paz de 1989
Hermanos
y Hermanas:
Es un honor y un
placer estar hoy entre ustedes. Me alegro realmente de ver muchos viejos
amigos que han venido de diferentes rincones del mundo y de poder hacer
nuevos amigos, a quienes espero encontrar de nuevo en el futuro. Cuando
me encuentro con gente de diferentes partes del mundo, siempre recuerdo
que todos somos básicamente iguales: todos somos seres humanos.
Posiblemente vistamos ropas diferentes, nuestra piel sea de color diferente
o hablemos distintos idiomas. Pero eso es superficial; en lo básico,
somos seres humanos semejantes u esto es lo que nos vincula los unos a
los otros. Además, es lo que hace posible que nos entendamos y que
desarrollemos amistad e intimidad.
Pensando sobre lo
que podía decir hoy, he decidido compartir con ustedes los problemas
comunes con los que todos nosotros, como miembros de la familia humana,
nos enfrentamos. Puesto que todos compartimos este pequeño planeta,
tenemos que aprender a vivir en armonía y paz entre nosotros y con
la naturaleza. Esto no es solamente un sueño, sino una necesidad.
Dependemos los unos de os otras en tantas cosas que ya no podemos vivir
en comunidades aisladas, ignorando lo que ocurre fuera de ellas. Cuando
nos encontramos con dificultades necesitamos ayudarnos los unos a los otros,
y debemos compartir la buena fortuna que gozamos. Les hablo solamente como
otro ser humano, como un sencillo monje. Si encuentran útil lo que
digo, espero que intenten practicarlo.
Hoy también
deseo compartir con ustedes mis sentimientos con respecto a la difícil
situación y las aspiraciones del pueblo de Tíbet. El Premio
Nobel es un premio que ellos bien merecen por su valor e inagotable determinación
durante los pasados cuarenta años de ocupación extranjera.
Como libre portavoz de mis compatriotas cautivos, hombres y mujeres, siento
que es mi deber levantar la voz en su favor. No hablo con un sentimiento
de ira u odio contra aquellos que son responsables del inmenso sufrimiento
de nuestro pueblo y de la destrucción de nuestra tierra, nuestros
hogares y nuestra cultura. Ellos también son seres humanos que luchan
por encontrar la felicidad y merecen nuestra compasión. Sólo
hablo para informarles de la triste situación de hoy en día
en mi país y de las aspiraciones de mi pueblo, porque en nuestra
lucha por la libertad, sólo poseemos como única arma la
verdad.
La comprensión
de que somos básicamente seres humanos semejantes que buscan la
felicidad e intentan evitar el sufrimiento, es muy útil para desarrollar
un sentido de fraternidad, un sentimiento cálido de amor y comprensión
por los demás. Esto, a su vez, es esencial si queremos sobrevivir
en el, cada vez más reducido, mundo en que vivimos. Porque si cada
uno de nosotros buscamos egoístamente sólo lo que creemos
que nos interesa, sin preocuparnos de las necesidades de los demás,
acabaremos no sólo haciendo daño a los demás, sino
también a nosotros mismos. Este hecho se ha visto claramente a lo
largo de este siglo. Sabemos que hacer la guerra nuclear hoy, por ejemplo,
sería una forma de suicidio; o que contaminar la atmósfera
o el océano para conseguir un beneficio a corto plazo, sería
destruir la base misma de nuestra supervivencia. Puesto que los individuos
y las naciones están volviéndose cada vez más interdependientes,
no tenemos más remedio que desarrollar lo que yo llamo un sentido
de responsabilidad universal.
En la actualidad,
somos realmente una gran familia mundial. Lo que ocurre en una parte del
mundo puede afectarnos a todos. Esto, por supuesto, no es solamente cierto
para las cosas negativas, sino que es igualmente válido para los
progresos positivos. Gracias a los extraordinarios medios de comunicación
tecnológicos, no sólo conocemos lo que ocurre en otra parte,
sino que también nos vemos afectados directamente por los acontecimientos
de sitios remotos. Nos sentimos tristes cuando hay niños hambrientos
en el este de África. Del mismo modo, nos alegramos cuando una familia
se reúne, después de una separación de décadas
debido al muro de Berlín. Cuando ocurre un accidente nuclear a muchos
kilómetros de distancia, en otro país, nuestras cosechas
y ganado se contaminan y nuestra salud y sustento se ven amenazados. Nuestra
propia seguridad aumenta cuando la paz irrumpe entre facciones que luchan
en otros continentes.
Pero la guerra o
la paz, la destrucción o la protección de la naturaleza,
la violación o el fenómeno de los derechos humanos y libertades
democráticas, la pobreza o el bienestar material, la falta de valores
espirituales y morales o su existencia y desarrollo y la ruptura o desarrollo
del entendimiento humano, no son fenómenos aislados que puedan ser
analizados y abordados independientemente. De hecho, están muy relacionados
a todos los niveles y necesitan ser tratados con ese entendimiento.
La paz, en el sentido
de ausencia de guerra, es de poco valor para alguien que se está
muriendo de hambre o de frío. No eliminará el dolor de la
tortura infligida a un prisionero de conciencia. Ni tampoco consuela a
aquellos que pierden a sus seres queridos en inundaciones causadas por
la intensa deforestación en un país vecino. La paz sólo
puede durar allí donde los derechos humanos se respetan, donde la
gente está bien alimentada y donde los individuos y naciones son
libres. La verdadera paz con nosotros mismos y con el mundo a nuestro alrededor
sólo se puede lograra través del desarrollo de la paz mental.
Los otros fenómenos mencionados anteriormente están también
relacionados. Así, por ejemplo, comprendemos que un medio ambiente
limpio, riqueza o democracia tienen poco valor frente a la guerra, especialmente
la guerra nuclear, y que el desarrollo material no es suficiente para asegurar
la felicidad humana.
El progreso material
es, por supuesto, importante para el avance humano. En Tíbet prestamos
muy poca atención al desarrollo económico y tecnológico,
y actualmente nos damos cuenta de que esto fue una equivocación.
Al mismo tiempo, el desarrollo material sin un desarrollo espiritual puede
causar también graves problemas. En algunos países se concede
demasiada atención a las cosas externas y muy poca importancia al
desarrollo interior. Creo que ambos son importantes y deben ser desarrollados
conjuntamente para conseguir un buen equilibrio entre los dos. Los tibetanos
somos siempre considerados por los visitantes extranjeros como gente feliz
y jovial. Esto forma parte de nuestro carácter nacional, arraigado
en valores culturales y religiosos que acentúan la importancia de
la paz mental conseguida por medio de generar amor y bondad hacia todos
los seres vivos, humanos y animales. La clave es la paz interior: si se
tiene paz interior, los problemas externos no afectarán al profundo
sentido de paz y tranquilidad. En este estado mental se pueden afrontar
las situaciones con razonamiento y tranquilidad, mientras se mantiene la
felicidad interior. Esto es muy importante. Sin paz interior, por muy confortable
que sea la vida material, aún se estará preocupado, molesto
o triste por diferentes circunstancias.
Por lo tanto, está
bien claro que tiene una gran importancia comprender la interrelación
entre estos y otros fenómenos y considerar y tratar de resolver
los problemas de una forma equilibrada que tenga en consideración
los diferentes aspectos. Por supuesto, no es fácil. Pero el intentar
resolver un problema tiene poco beneficio si actuando de esta forma creamos
otros igualmente serios. Por tanto, no tenemos alternativa: debemos desarrollar
un sentido de responsabilidad universal, no sólo en el aspecto geográfico,
sino también con respecto a las diferentes cuestiones con las que
se enfrenta nuestro planeta.
La responsabilidad
no descansa sólo en los líderes de nuestros países
o en aquellos que han sido elegidos para hacer un trabajo concreto. Está
individualmente en cada uno de nosotros. La paz empieza dentro de cada
uno. Cuando poseemos paz interior, podemos estar en paz con nuestro alrededor.
Cuando nuestra comunidad está en un estado de paz, esta paz suele
ser compartida con nuestras comunidades vecinas. Cuando sentimos amor y
bondad hacia los demás, esto no sólo hace que los demás
se sientan amados y protegidos, sino que nos ayudan también a nosotros
a desarrollar paz y felicidad interior. y hay maneras en las que podemos
trabajar conscientemente para desarrollar paz y felicidad interior. Para
algunos de nosotros, la forma más efectiva de hacerlo es a través
de las prácticas religiosas. Lo importante es que cada uno de nosotros
hagamos un esfuerzo sincero de tomar seriamente nuestra responsabilidad
por los demás y por el medio ambiente.
Me siento muy alentado
por los acontecimientos que están teniendo lugar a nuestro alrededor.
Después de que los jóvenes de muchos países, particularmente
en el norte de Europa, han hecho repetidas llamadas para que cese la peligrosa
destrucción del medio ambiente que se está llevando a cabo
en nombre del desarrollo económico, los líderes políticos
mundiales están ahora empezando a dar pasos significativos para
solucionar este problema. El informe de la Comisión Mundial de Desarrollo
y Medio Ambiente al Secretario General de la Naciones Unidas (el informe
Brundtland), fue un paso importante para la toma de conciencia de los gobiernos
sobre la urgencia de tal cuestión. Serios esfuerzos para llevar
la paz a las zonas destrozadas por la guerra y conseguir el derecho de
autodeterminación de algunos pueblos, han traído como resultado
la retirada de las tropas soviéticas de Afganistán y el establecimiento
de la independencia de Namibia. Gracias a los esfuerzos populares no violentos,
cambios dramáticos han ocurrido en muchos lugares, desde Manila,
en Filipinas, a Berlín, en la Alemania del Este, acercando muchos
países a una verdadera democracia. Con la era de la guerra fría
aparentemente terminada, la gente vive en todas partes con renovada esperanza.
Lamentablemente, los valerosos esfuerzos del pueblo chino para traer un
cambio similar a su país fueron brutalmente aplastados en el pasado
mes de junio. Pero sus esfuerzos son también una fuente de esperanza.
El poder militar no extinguido el deseo de libertad y la determinación
del pueblo chino por lograrla.
En particular, admiro
el hecho de que estos jóvenes, a los que se les ha enseñado
que "el poder crece con los cañones de los fusiles", hayan
elegido en cambio el uso de la no-violencia como arma.
Estos cambios positivos
indican que la razón, el valor, la determinación y el inextinguible
deseo de libertad, puedan finalmente vencer. En la lucha entre las fuerzas
de la guerra, violencia y opresión por una parte, y la paz, razón
y libertad por otra, estas últimas están ganando terreno.
Esta situación nos da a los tibetanos la esperanza de que también
nosotros un día seremos libres de nuevo.
La concesión
del Premio Nobel a un simple monje del remoto Tíbet, aquí
en Noruega, también nos llena a los tibetanos de esperanza. Quiero
decir que, a pesar del hecho de no hemos atraído la atención
hacia nuestra difícil situación por medios violentos, tampoco
hemos sido olvidados. Esto también quiere decir que los valores
que nosotros apreciamos particularmente, nuestro respeto hacia todas las
formas de vida y la creencia en poder de la verdad, son hoy reconocidos
y fomentados. Es también un tributo a mi maestro, Mahatma Gandhi,
cuyo ejemplo es una inspiración para muchos de nosotros. La concesión
de este premio es una indicación de que este sentido de responsabilidad
universal se está desarrollando. Estoy profundamente conmovido por
la sincera preocupación mostrada por mucha gente en esta parte del
mundo por el sufrimiento del pueblo del Tíbet. Esto es una fuente
de esperanza no sólo para nosotros los tibetanos, sino para todos
los pueblos oprimidos.
Como saben, Tíbet
ha estado bajo ocupación extranjera durante cuarenta años.
Hoy en día, hay estacionadas en Tíbet más de un cuarto
de millón de tropas chinas. Algunas fuentes estiman el doble de
esa cifra. Durante todo este tiempo, los tibetanos han estado desposeídos
de sus más básicos derechos humanos, incluyendo el derecho
a la vida, a moverse, a hablar o a practicar sus cultos, mencionando sólo
algunos. Más de una sexta parte de la población de seis millones
de tibetanos ha muerto como resultado directo de la invasión y ocupación
china. Incluso antes de que comenzara la Revolución Cultural muchos
de los monasterios, templos y edificios históricos fueron destruidos.
Y casi todo lo que quedó fue destruido durante la Revolución
Cultural. No deseo hacer hincapié en este punto, que por otra parte
es bien conocido. Lo importante es darse cuenta, sin embargo, de que a
pesar de la limitada libertad concedida después del año 1979
para reconstruir partes de algunos monasterios y otras muestras de liberalización,
los derechos humanos fundamentales son, todavía, violados sistemáticamente.
En los últimos meses esta grave situación ha empeorado todavía
más.
Si no fuera por nuestra
comunidad en el exilio, tan generosamente amparada y apoyada por el gobierno
y el pueblo de la India y ayudada por organizaciones e individuos de muchos
lugares del mundo, nuestra nación sería poco más que
el resto destrozado de un pueblo. Nuestra cultura, religión e identidad
nacional hubieran sido efectivamente eliminadas. Lo que ha sucedido es
que hemos construido escuelas y monasterios en el exilio y hemos creado
instituciones democráticas que sirvan a nuestro pueblo para conservar
las semillas de nuestra civilización.
Con esta experiencia
tratamos de poner en práctica una plena democracia para el futuro
del Tíbet libre. Así, mientras desarrollamos nuestra comunidad
en el exilio sobre unas líneas modernas, también cuidamos
y preservamos nuestra propia identidad y cultura, y llevamos la esperanza
a millones de nuestros compatriotas en el Tíbet.
El problema más
urgente en este momento es la masiva afluencia de colonos chinos hacia
Tíbet. A pesar de que en las primeras décadas de ocupación
un considerable número de chinos fueron transferidos a las zonas
orientales de Tíbet -a las provincias tibetanas de Amdo (Chinghai)
y Kham, cuya mayor parte ha sido anexionada por la provincia china vecina-,
desde 1983 una cantidad sin precedente de chinos han sido alentados por
su gobierno a emigrar a todas las zonas de Tíbet, incluyendo el
centro y oeste de Tíbet (al que la República Popular China
alude como la Región Autónoma de Tíbet). Los tibetanos
están siendo reducidos rápidamente a una insignificante minoría
en su propio país. Este proceso, que amenaza la verdadera supervivencia
de la nación tibetana, su cultura y herencia espiritual, aún
puede ser detenido e invertido. Sin embargo, esto debe hacerse ahora, antes
de que sea demasiado tarde.
El nuevo ciclo de
protestas y represión violenta que empezó en Tíbet
en septiembre de 1987 y culminó con la imposición de la ley
marcial en Lhassa, la capital, en marzo de 1989, fue en gran parte una
reacción a esta enorme influencia de los chinos. La información
que ha llegado a nosotros en el exilio señala que las marchas de
protesta y otras formas de manifestaciones pacíficas continúan
en Lhassa y en numerosas parte de Tíbet, a pesar de los severos
castigos y trato inhumano dado a los tibetanos detenidos por expresar sus
quejas. So se conoce el número de tibetanos muertos por las fuerzas
de seguridad durante las manifestaciones de marzo, y los que han muerto
en la cárcel después aunque se cree que son más de
doscientos. Miles han sido detenidos o arrestados y encarcelados, y la
tortura es algo común.
En base a este empeoramiento
de la situación y para prevenir futuros derramamientos de sangre,
propuse lo que generalmente se conoce como el Plan de Paz en Cinco Puntos,
para la restauración de la paz y los derechos humanos en Tíbet.
El año pasado, en mi discurso de Estrasburgo, expliqué los
detalles del mismo. Creo que este plan proporciona una estructura razonable
y realista para negociar con la República Popular China. Hasta ahora,
sin embargo, los líderes chinos no han dado una respuesta constructiva.
La brutal represión del movimiento democrático chino en junio
de este año (1989), sin embargo, refuerza mi punto de vista de que
cualquier solución del problema tibetano sólo será
significativa si es apoyada por unas adecuadas garantías internacionales.
El Plan de Paz en
Cinco Puntos aborda los asuntos principales y aquellos relacionados con
ellos , a los cuales me he referido en la primera parte de mi conferencia.
Pedimos:
1) La transformación
de la totalidad de Tíbet, incluyendo las provincias orientales de
Kham y Amdo, en una zona de "ahimsa" (no-violencia)
2) El abandono por
China de la política de traslado de población.
3) El respecto a
los derechos humanos y a las libertades democráticas fundamentales
del pueblo tibetano.
4) La restauración
y protección del entorno natural de Tíbet.
5) El comienzo de
negociaciones formales sobre la futura situación de Tíbet
y las relaciones entre los pueblos chino y tibetano.
En la conferencia
de Estrasburgo propuse que Tíbet se convierta en una entidad democrática
y política totalmente autogobernada.
Quiero aprovechar
esta oportunidad para exponer el concepto de zona ahimsa o santuario
de paz, que es el elemento central del Plan de Paz de Cinco Puntos. Estoy
convencido de que es de una gran importancia no sólo para el Tíbet,
sino para la paz y estabilidad de Asia.
Mi sueño es
que toda la meseta tibetana se convierta en un refugio libre, donde los
seres humanos y la naturaleza puedan convivir en equilibrio armonioso y
pacífico. Sería un lugar donde la gente de todo el mundo
podría venir en busca del verdadero sentido de la paz interior,
fuera de las tensiones y presión de una gran parte del mundo. Tíbet
podría, en efecto, convertirse en un centro creativo para fomentar
y desarrollar la paz.
Éstos son
los elementos clave para la propuesta zona Ahimsa:
· Toda la
meseta tibetana sería desmilitarizada.
· La fabricación,
las pruebas y el almacenamiento de armas nucleares y otros armamentos en
la meseta tibetana serían prohibidos.
· La meseta
tibetana sería convertida en el parque natural o bioesfera más
grande del mundo. Leyes estrictas se impondrían para proteger la
fauna y la flora; la explotación de recursos naturales sería
cuidadosamente regulada para no dañar los ecosistemas pertinentes;
y se adoptaría una política de desarrollo continuado en las
zonas pobladas.
· La fabricación
y el uso de la energía nuclear y demás tecnologías
que producen residuos peligrosos serían prohibidos.
· Los recursos
nacionales y la política estarían dirigidos hacia una promoción
activa de la paz y la protección del entorno natural. Las organizaciones
dedicadas al fomento de la paz y a la protección de todas las formas
de vida encontrarían acogida en Tíbet.
· El establecimiento
de organizaciones internacionales y regionales para la promoción
y protección de los derechos humanos serían alentados en
Tíbet.
La altitud y el tamaño
de Tíbet, así como su historia única y profunda herencia
espiritual, hacen que pueda perfectamente desempeñar el papel de
un santuario de paz en el estratégico corazón de Asia. Esto
también estaría de acuerdo con su papel histórico
de nación budista pacífica y región "amortiguadora",
separando a los grandes y a menudo rivales poderes del continente asiático.
Para reducir las
tensiones existentes en Asia, el presidente de la Unión Soviética,
el señor Gorbachov, propuso la desmilitarización de las fronteras
chino-soviéticas, transformándolas en "fronteras de paz
y buena vecindad". El gobierno de Nepal, anteriormente, propuso que
el país himaláyico de Nepal, fronterizo con Tíbet,
debe convertirse en zona de paz, aunque esta propuesta no incluía
la desmilitarización del país.
Para la estabilidad
y la paz en Asia, es esencial crear zonas de paz que separen a los mayores
poderes y adversarios potenciales del continente. La propuesta del presidente
Gorbachov, que también incluye una total retirada de las tropas
soviéticas en Mongolia, ayudaría a reducir la tensión
y la potencial confrontación entre la Unión Soviética
y China. Una zona de verdadera paz debe, evidentemente, ser creada también
para separar a los estados más poblados del mundo, China e India.
El establecimiento
de la zona ahimsa requeriría la retirada de las tropas e
instalaciones militares del Tíbet, lo cual permitiría también
a India y Nepal retirar tropas e instalaciones militares de lasa fronteras
himaláyicas con Tíbet. Esto tendría que ser llevado
a cabo por acuerdos internacionales. Y sería muy interesante y beneficioso
para los estados de Asia, particularmente para China e India, puesto que
incrementaría su seguridad y al mismo tiempo reduciría la
carga económica de mantener una alta concentración de tropas
en remotas regiones.
Tíbet no sería
la primera región estratégica en ser desmilitarizada. Partes
de la península del Sinaí, el territorio egipcio que separa
Israel de Egipto, han estado desmilitarizadas desde hace algún tiempo.
Por supuesto, Costa Rica es el mejor ejemplo de un país completamente
desmilitarizado.
Tíbet no sería
tampoco la primera zona convertida en reserva natural o bioesfera. Muchos
parques han sido creados a lo largo de todo el mundo. Algunas zonas muy
estratégicas han sido convertidas en "parques de la paz" naturales.
El Parque de la Amistad, en la frontera de Costa Rica y Panamá,
y el proyecto "Sí a la Paz", en la frontera de Costa Rica y Nicaragua,
son dos ejemplos.
Cuando visité
Costa Rica, pude ver cómo un país puede desarrollarse con
éxito sin ejército, para llegar a ser una democracia estable,
dedicada a la paz y la protección del entorno natural. Esto confirmó
mi creencia de mi visión de Tíbet en el futuro es un plan
realista, no meramente un sueño.
Permítanme
terminar con una nota personal de agradecimiento a todos ustedes y a nuestros
amigos que hoy no se encuentran aquí. La preocupación y el
apoyo que han expresado por la difícil situación de los tibetanos
nos ha conmovido enormemente, y continúa dándonos valor para
luchar por la libertad y la justicia; no con el uso de las armas, sino
con las poderosas armas de verdad y la determinación.
Sé que hablo
en nombre de todo el pueblo de Tíbet cuando les doy las gracias
y les pido que no olviden a Tíbet en este momento tan crítico
de nuestra historia. Nosotros también esperamos contribuir al desarrollo
de un mundo más pacífico, más humano y más
hermoso. El futuro Tíbet libre procurará ayudar a todos los
necesitados a lo largo de todo el mundo, a proteger la naturaleza y a promover
la paz. Creo que la habilidad de los tibetanos para combinar las cualidades
espirituales con una actitud realista y práctica nos permite hacer
una contribución especial, por modesta que sea. Ésta es mi
oración y esperanza.
Para finalizar, permítame
compartir con ustedes una corta oración que me da una gran inspiración
y determinación:
Por tanto tiempo
como dure el espacio
tanto
tiempo como permanezcan seres vivos,
hasta entonces,
pueda yo también permanecer
para disipar la miseria
del mundo. |
Muchas gracias.
Su Santidad el Decimocuarto
Dalai Lama Tenzin Gyatso.
Oslo, Noruega, Diciembre
de 1989. |